Por: Tania Victoria Urrutia Hoyos y Néstor Javier Muelas Calambás
Pueblo kokonuko y pueblo misak

El conflicto armado transformó la vida de muchas mujeres indígenas en el norte del Cauca, especialmente en el pueblo nasa, quienes tuvieron que vivir los estragos de un conflicto que no les permitió elegir y les otorgó roles que nunca se imaginaron cumplir. A través de estas historias podemos reflexionar sobre este flagelo que parece no tener un final.

Namui pi usriwan wetøaship, taptø atrup taptø ip namui pirøwan, namui nupimeran, pikap meran srølyu kutri unkua tamik køpik køn nupirau wan: me reconecto con el agua que fluye en el territorio. Cada río, cada quebrada, es la raíz de nuestro espacio

Ubicados en la cordillera central del departamento del Cauca, en el municipio de Silvia, entre los køtrakmera (páramos) Las Delicias, Las Moras, Los Altos de Rio Claro y Quintero a 3600 m.s.n.m., rodeados de lagunas, ríos y ojos de agua que alimentan el Río Piendamu se encuentra el territorio misak. Este espacio, vientre donde germinan gran cantidad de semillas, bañadas en venas de aguas que se entretejen en lo subterráneo y en la superficie, también es un territorio en el que desde hace varios años los hijos e hijas del agua, indígenas misak, desarrollan producciones ganaderas, piscícolas y agrícolas.

El pueblo misak bajo su ley de origen ha demostrado su estrecha relación con el agua, pues de la unión entre dos lagunas de su territorio y grandes derrumbes de tierra, es que se da el origen de este pueblo indígena que de generación en generación, ha estado en crecimiento, lo que ha provocado una

estado en crecimiento, lo que ha provocado una estrechez territorial, produciéndose así un desequilibrio por la ocupación de espacios sagrados como los køtrakmera (páramos) con la expansión de la frontera agrícola y los asentamientos en las orillas del Río Piendamu. Este crecimiento de población forzó a la comunidad a buscar otras alternativas de sobrevivencia. Unos emigraron a otros departamentos en Colombia, otros buscaron alternativas frente a las dinámicas económicas del territorio, cambiándolo poco a poco. La práctica más común durante la década de los noventa fue el cultivo de amapola que se utilizaba para la elaboración de estupefacientes, lo anterior conllevó al surgimiento de problemáticas, tales como: el desequilibrio social y la pérdida paulatina de las prácticas de cultivos tradicionales como la cebolla, el ajo y las plantas medicinales, propios del territorio.


Durante el año de 1997 el gobierno nacional, en cabeza del presidente Ernesto Samper, llegó a unos acuerdos con la población misak, quienes de forma voluntaria decidieron erradicar la amapola a través del programa denominado Guambia Sin Amapola, con el cual pretendían solucionar la problemática; sin embargo, este objetivo no fue cumplido en su totalidad, pero posibilitó que sus habitantes dieran apertura a otras formas de subsistencia.

El ingreso de estas prácticas de producción agrícola en los territorios fue bien recibido por la comunidad, se instauraron proyectos piscícolas, monocultivos de fresa y papa que se expandieron y llegaron para quedarse, brindando soluciones relativamente rápidas a las problemáticas económicas de la población. “En la actualidad, existen alrededor de 190 establecimientos de cultivo de trucha en Guambia”, comenta el taita Luis Muelas, productor y asociado de la Asociación Multiactiva de Productores Agropecuarios Mixak –AMPROCAM–, una de las asociaciones productivas de este territorio; así entonces, la acogida de los cultivos se extendió a varias familias dando respuesta al aumento de la demanda de este tipo de productos.

Sin embargo, el territorio ha sentido el mal uso y la explotación excesiva de la tierra, los monocultivos generaron una dependencia de productos agrícolas y pecuarios tales como insecticidas, abonos químicos, alimentos concentrados y semillas modificadas genéticamente. Estas nuevas prácticas solucionaron problemas económicos, pero en el fondo dejaron secuelas irreparables en el territorio, según comentan algunos de los habitantes del sector, quienes identifican la pérdida de especies nativas de fauna y flora de los ríos, aparición de nuevas enfermedades en plantas y personas por causa de las fumigaciones, así como también la desaparición paulatina de prácticas de cultivo en el ya tul (huertos tradicionales) y la más importante, la desconexión con el espíritu del agua.

Manifiesta Carolina Calambás, comunera misak, artesana y cultivadora, que:

“Siempre se compra las ovas (semilla de trucha) porque regresar a lo de antes, cultivar lo propio del territorio, tiene sus desventajas, pues lo de acá se demora en su crecimiento. Para cumplir una demanda del mercado se debe acelerar el proceso y debe estar listo entre siete y ocho meses. La piscicultura se trabaja en familia, para nosotros más o menos es rentable porque a veces se pierde a veces se gana dependiendo del cuidado que uno tiene y también porque el agua del río, ya está contaminada y eso siempre afecta a los alevinos con hongos lo que provoca mayor mortalidad de la trucha”.

Para el año 2011, se realizó una caracterización ambiental en el resguardo de Guambía a cargo de comuneros misak, que evidenció algunas problemáticas:

“en este caso se mostró la situación del agua, el descuido que le habíamos hecho desde la parte espiritual, la expansión agropecuaria, la desaparición de ojos de agua, quema y tala de bosques, prácticamente Guambia estaba en un contexto que no se había conocido antes”,

Menciona el gestor ambiental Danny Alexander Tumiña, uno de los coordinadores del proyecto Wika Ya y participante de dicha caracterización.

La intervención de los habitantes del sector continuó y se presentaron más conflictos en torno al medio ambiente como: sequías, minería y aumento de asentamientos en sitios sagrados. Paralelamente se empezaron a gestar actividades para la defensa del agua que involucraron siembra de árboles, mingas y alianzas entre comunidades.

Muchas de estas iniciativas son lideradas por jóvenes y guiadas desde las shuras (abuelas) y shures (abuelos) para reorientar el legado, tal es el caso de una iniciativa liderada por el taita Javier Calambás, uno de los pioneros del proceso de recuperación de tierras, quien desde 1999 comentaba que los páramos, lagunas, ojos de agua y montañas no son para cultivar, sino para proteger y estar en armonía; así lo manifestaba constantemente en los encuentros de palabra que realizaba en su territorio. En algunos de estos espacios, con la visita de dos isik-ørik (traídos del viento), quienes se encontraban realizando procesos de investigación en el territorio, surgió la idea de instaurar un jardín botánico.

Sandra Cecilia León, antropóloga y magíster en estudios ambientales y Gustavo Gonzales, realizador de cine, televisión y guionista junto a la comunidad de Nuyapalø, apoyaron el inicio de esta idea: “nació por la misma magia del pishimisak, hilando y tejiendo esta historia”, comentó Sandra, cofundadora de lo que hoy se conoce como la Asociación Jardín Botánico Las Delicias para la conservación de pirөusrik (madre tierra).

Esta organización socio ambiental integrada por indígenas misak, campesinos e isik-ørik (traídos del viento), tiene como objetivo potenciar la participación de la población rural en la conservación de la naturaleza y en la toma de decisiones responsables que busquen cuidar los territorios ancestrales, los valores y los conocimientos vitales para establecer el equilibrio en la madre tierra, así entonces, se le denomina øsik waramik purø tapchik en idioma namtrik, lo que en castellano se puede traducir como: escuela viva de la naturaleza.

Yoli Muelas Calambás, docente de la Institución Educativa Mama Manuela del resguardo de Guambia, es gestora ambiental y asociada al jardín botánico; por su experiencia en este proceso, comenta lo que ha significado para ella:

“siempre digo que se debe iniciar desde cada uno y eso es lo que estamos fortaleciendo desde cada familia, la apropiación de nuestras semillas, consumo de comidas propias. También en investigación y apropiación de nuestras tradiciones desde la espiritualidad o cosmovisión misak. Finalmente en el cuidado de nuestro territorio para la pervivencia como cultura mediante la palabra que se comparte en las familias sobre vestirnos y pensar como misak, practicar y sentir la espiritualidad, siembra de árboles, construcciones físicas que no afectan a nuestra salud y rescate de nuestros tejidos”.

Otra de las iniciativas realizadas para la conservación del territorio es el Programa Ambiental del cabildo de Guambía, creado en el 2011 a partir de la identificación de problemáticas ambientales críticas que atravesaba el Nupirø, con esta propuesta se abrió un camino para impulsar acciones y alternativas para mejorar esta situación. Durante el 2012 se ejecutaron acciones en torno a la problemática y para ello se realizó una cartografía social mediante recorridos con la comunidad. En este año surge el conflicto con la Corporación Autónoma Regional del Cauca –CRC–, sobre la concesión de aguas superficiales de la cuenca del río Molino, ubicada en la zona del Chimán, dentro del resguardo de Guambía, para ser usadas por el acueducto municipal de Silvia. Ante esta situación, se acudió al consejo de mayoras y mayores para la toma de decisiones. A partir de ahí, se inició un tipo de alianzas con la institución y la comunidad, que permitiría en un primer momento aislar los lugares de nacimientos de agua.

Según Danny Tumiña,

“nos empoderamos del agua, de los espacios de vida del agua. Este es un momento importante que da apertura para un ejercicio pedagógico hacia la comunidad en el reconocimiento de la riqueza natural presente. La utilización de herramientas técnicas como la caracterización socio ambiental, realizada en conjunto con la comunidad, evidenció la crítica situación de los páramos, las cuencas hidrográficas y la afectación a la fauna del lugar, especialmente, la situación del oso de anteojos”.

Con el objetivo de visibilizar esta situación en el 2014, el Programa Ambiente de Vida pasa a llamarse Wik Ya (la casa del oso de anteojos), como un llamado para seguir en la protección del territorio.

Estas dos iniciativas de tejido de vida se juntaron para seguir en el proceso de cuidado al territorio. Wik Ya y la Asociación Jardín Botánico Las Delicias han realizado acciones conjuntas frente al cambio climático, pues consideran que es importante mingar para salvaguardar la tierra y eso solo lo lograrán si afianzan sus alianzas y convenios colaborativos, ya que identifican que desde el aprendizaje y el cuidado se abren espacios de diálogo, reflexión y acción para retomar la conexión con los espíritus del agua y del territorio.

Sección especial

Ley de origen del pueblo misak: en nupirø (gran territorio) donde habita el espíritu del agua (pi musik), cuando se conectaron los espíritus pi (agua) y nak (fuego, sol) nació el køshømpøtø (arcoíris), que con su brillo se posó sobre las lagunas Nupisu (macho) y Ñimpi (hembra), ahí sus franjas multicolores transportaron la semilla de la creación enlazando las energías.

Las aguas crecieron y un gran derrumbe desbordó las lagunas y quebradas, parió la tierra desde el útero del territorio. El derrumbe arrasó con lo que se encontró y desde el gran lodo pabø (menstruación) proveniente de las entrañas de kørrak (páramo) brotaron numisak (niños recién nacidos) enchumbados con el saber tradicional, ellos se desplazaron y río abajo fueron recogidos por una pareja: pishimisak (hombre en equilibrio) y kallim (deidad) primeros habitantes creados por pi (agua) en equilibrio piurek (hijøs de agua).