Escrito por: Proceso de liberación de la Madre Tierra

Norte del Cauca, Colombia.

Que yerba mala nunca muere, dice el dicho. Y hay que ser muy maleza para ganarse esa frase. Pues aquí donde nos ven, en la Liberación de la Madre Tierra, sí que somos como la yerba mala. Pero ¿seremos merecedores de semejante título? Es que ser yerba mala no es cualquier cosa; porque no cualquier cosa es yerba mala.

Para la agroindustria, la industria cañera del norte del Cauca, la yerba que no genera ganancia, la que estorba y se toma el atrevimiento de invadir un pedacito de su campo productor, es maleza y hay que erradicarla. Para el estado patriarcal, todos aquellos brotes de rebeldía que vayan en desobediencia de sus mandatos y traten de salirse de su normalidad son maleza y hay que erradicarlos.

En cambio para las mayoras nasa, la yerba mala no es tan mala. Porque la verdolaga, el diente de león, la zarzamora o la ortiga son alimentos y medicinas para la gente, para los animales y para la tierra misma. Las malezas son la avanzada de Uma Kiwe (Madre Tierra) en su reclamo por la vida. Se cuelan por orificios y grietas. Rompen el cemento y amenazan la productividad, la rentabilidad y la explotación de la tierra. Estas maticas invaden y liberan. 

Y lo cierto es que a estas maticas por más veneno que les echen, por más ‘round up’ que les caiga, más resistentes se ponen. Y sí, también en nuestro caso es igual. Hemos vivido recientemente la estrategia de agresión más fuerte en contra del Proceso de liberación. Encabezada, claro, por la pandemia, que logró lo que muchos gobiernos tanto intentaron: desarmar resistencias y disipar luchas. Pero como buenas malezas lo que no nos mató nos hizo más fuertes. En medio de la pandemia, la Liberación de la Madre Tierra no se detuvo. Seguimos en movilización permanente desde hace seis años. Cosa fácil de decir pero difícil de vivir.

Si les contáramos que en plena cuarentena el eje del mal (Incauca, Asocaña y el estado colombiano) lanzó una nueva fase de ataques contra nuestro proceso. A mediados de abril trazaron un plan, aún vigente, que incluye ataques militares, desalojos policiales, judicialización de liberadores, campañas mediáticas y estrategias institucionales articuladas para por fin borrarnos del mapa. Toda una ingeniería de fina perversidad contra un proceso que avanza con machetes y caucheras y con la convicción de que no tenemos afán y de que esta lucha no se negocia.

Como saben, somos el Proceso de Liberación de la Madre Tierra desde el norte del Cauca, un montón de familias que decidimos accionar el punto número uno de la plataforma del CRIC entrando a los terrenos que la agroindustria cañera explota intensivamente en la región del valle geográfico del río Cauca; aquí cortamos la caña y sembramos comida. Esa es nuestra forma de liberar la Madre Tierra, nuestro modo de enfrentar el capitalismo, no para acomodarnos dentro del sistema sino para construír algo nuevo. A diferencia de las luchas de los años 70 y 80, cuando las comunidades entraban a una finca a picar potrero, dañar cercos y cultivos y por estrategia luego salían, ahora la estrategia nos lleva quedamos a vivir aquí en las tierras que vamos desocupando de caña haciendo comunidades de vida en  cambuches de plástico, en medio de las huertas que vamos sembrando, junto con el monte que va creciendo, junto con los animales que criamos y con los animales de monte que van retornando.

La agroindustria y el gobierno no soportan este acto de monte, de yerba mala. Desde 2015 han intentado varias estrategias para frenarnos y destruirnos, dejando 12 compañeros asesinados, más de 600 heridos, cientos de hectáreas de nuestros cultivos destruídas… Sin embargo aquí seguimos.

El primer acto del plan que estrenaron durante esta cuarentena fue el envenamiento de 16 vacas liberadoras en el punto de liberación de La Emperatriz, el 25 de abril de 2020, en el que gente de Incauca y Asocaña lanzaron veneno en los potreros donde la comunidad pastorea sus vacas. Les decimos vacas liberadoras porque ellas son un gran apoyo para acabar con la caña. Días antes, el 18 de abril, un grupo armado hostigó contra la policía que custodia la casa de La Emperatriz generando un combate en el que los liberadores de la Madre Tierra se convirtieron en objetivo de los disparos. El resto del año 2020, hasta el 31 de diciembre, fue igual: los grupos armados lanzan explosivos y hostigan a la fuerza pública que cuida las casas de las fincas cañeras que estamos liberando y luego  policías y soldados apuntan sus armas contra la comunidad liberadora. La fuerza pública nunca sale afectada… Los ataques, amenazas y persecuciones que vivimos liberadoras y liberadores, han sido constantes, pan de cada día.

Y si les contáramos que la Liberación de la Madre Tierra no paró ni por la cuarentena ni por el plan del eje del mal. Con decirles que al inicio del confinamiento, en abril y mayo, cuando el virus encerraba a la gente y el miedo lo paralizaba todo, y la vida se veía en riesgo, decidimos compartir cosechas de tierras liberadas con las comunidades populares y amigas de Cali, acciones que llamamos Marcha de la comida. Dos camionados salieron de las fincas en Liberación del norte del Cauca repletos de yuca, zapallo, fríjol y maíz hacia la capital del Valle: en pleno aislamiento, rompiendo todos los cercos y sorteando todas las prohibiciones hicimos dos Marchas de la comida que llegaron como un abrazo fraterno en medio de la angustia.

Uno de los ataques más violentos de estos seis años liberando la Madre Tierra ocurrió el 13 y 14 de agosto. El ejército y el esmad combinaron un enorme operativo en el que destruyeron y quemaron cambuches, destruyeron cultivos, retuvieron un compañero y asesinaron al periodista comunitario Abelardo Liz y al liberador Jhoel Rivera. Desde el inicio de la cuarentena no hubo una semana en la que no tuviéramos que afrontar ataques, hostigamientos, explosivos, desalojos, amenazas, ofertas de recompensas por liberadores asesinados… Esta gente del poder impone la cuarentena pero se lanza a las calles y a los caminos a delinquir. El virus de Asocaña, Incauca y el gobierno de Duque son el verdadero peligro.

Pero, entre más golpes nos propine el eje del mal, más persistimos. Como la maleza, ¿recuerdan? Con fuerza, con terquedad, con música y alegría. El dolor por los compañeros caídos no nos doblega, nos da fuerza. Rebelde es nuestro ser.

Y es eso. En medio de la cuarentena, nuestra familia también creció. No había que desaprovechar la oportunidad: tomamos una nueva finca cañera y ahora llegamos a 13 predios en vía de liberación. Ya son cuatro mil hectáreas liberadas de la esclavitud de la industria cañera. Poco a poco llegaron más personas a los 13 puntos de liberación a sumar manos y a compartir sueños. Abundaron los cambuchitos y la compañía. Abundaron las vacas, los patos, las gallinas y las ovejas, las aves, las culebras, los guatines y las ardillas. Para todos hubo espacio y comida. Y es que la comida brotó sin freno en las tierras de la Liberación. Porque en vez de parar cada día hubo más mingas de corte, siembra y cosecha. Cada día, más huertas, en más fincas, en más territorios liberados. Seguimos avanzando y regándonos como verdolaga en playa.

La Liberación de la Madre Tierra seguirá caminando; de frente y sin temor en defensa de la vida y regando semilla. Ahora, a 50 años de lucha de nuestra organización regional, nos encaminamos hacia la ‘escuela’ de nasa yuwe (idioma nasa), la reforestación de cuencas y ojos de agua en las tierras liberadas, la ampliación de las huertas, el fortalecernos como comunidades y la ampliación del territorio por vías de hecho.

Las yerbas malas, aunque a simple vista parezcan insignificantes con sus hojitas y sus tallitos, son tan persistentes porque su fuerza está en la raíz. Y la nuestra está arraigada en estas tierras liberadas, conectada con nuestra historia y nuestros ancestros. Como buena yerba mala, seguimos avanzando, sin prisa pero sin pausa.