Escrito Por Autoridad Tradicional Pueblo Kokonuko Popayán
La minga de unidad, llamada así por los compañeros de chiva, la acompañamos jóvenes, mujeres y familias de diferentes pueblos indígenas de los departamentos del sur occidente del país Huila, Caldas, Valle del Cauca y Cauca quienes unidos, exigimos bajo una misma voz, Paz para los territorios.
Este año ha sido duro, el incremento de los anuncios de masacres, la inseguridad y militarización de los territorios, la poca efectividad de las medidas adoptadas por el gobierno para proteger a nuestros líderes, el nulo acompañamiento del estado a la guardia, autoridades, comunidades indígenas y al sector rural para superar la crisis de la Pandemia y otras razones, hacen que el grito de inconformismo suene a una voz en la región sur occidente del país; este grito tiene como única intención, sentar al presidente en debate político para denunciar ante la voz publica, países e instancias internacionales, lo que nos está sucediendo, lo que el gobierno por inacción está permitiendo que suceda, el exterminio gradual de nuestros pueblos.
Una semana antes de la salida, muchas de las autoridades organizan la logística y las medidas de salud para proteger a la comunidad y guardia del virus que merodea el ambiente, los médicos tradicionales junto a los dinamizadores de salud, preparan esencias, jarabes y plantas para armonizar la larga ruta que está por delante. La guardia y comunidad que se une a la minga, ayuda a recoger y ordenar los aportes que hacen las comunidades; muchos jóvenes que se encuentran estudiando, adelantan sus trabajos escolares y universitarios.
Mientras eso sucede al interior de los territorios, al exterior, los anuncios mediáticos de estigmatización a la minga inician por la prensa y televisión, mencionan que la minga no tiene razón para movilizarse pues el gobierno ha cumplido con el 80% de los acuerdos suscritos, que está infiltrada por grupos guerrilleros, que la minga va a transportar el covid y va a infectar a las ciudades a su paso y otros argumentos que sin fondo, solo buscan desmeritar la razón de esta gran movilización.
El 9 de octubre, día del encuentro en el Pital, se logra ver que el acompañamiento de las comunidades es significativo, mientras instalaba el cambuche, contaba las chivas, iba en 57 cuando llamaron a la reunión de autoridades. En la reunión mencionan que había un acercamiento con delegados del gobierno, la intención es escuchar si el presidente iba hacerse presente para el debate.
En los tres días mientras esperábamos la respuesta, se compartió muchos espacios de diálogo, algunos de ellos, la chirimías, conformada por niños, mujeres, jóvenes y mayores, tocaban a son de la kena, tambora, charango y otros instrumentos, melodías que armonizaban las energías del ambiente; también estaba la guardia, donde participan muchos jóvenes enérgicos y entusiastas por la dinámica de integración que genera, este espacio permitía el relacionamiento con otros pueblos, otras culturas y claro conocer nuevos amores; también esta las danzas, las expresiones culturales, los tejidos de muchos colores, los espacios de cada comunidad, uno de ellos la cocina, así como estos espacios habían muchos más donde se podía interactuar y aprender cosas nuevas, cosas que solo la minga podía ofrecer.
Pasaron tres días, y las conversaciones no daban buena seña, la negativa el presidente al diálogo, significó que debíamos prepararnos para ir a la ciudad de Cali; recogiendo el cambuche, note que el acompañamiento de los mingueros aumentaba, da alegría notar que en medio de la situación de pandemia, aún hay esa chispa de fuerza que nos une, esa chispa que nos impulsaba adelante a resistir, como diría la canción de la guardia indígena.
Lista la chiva, montada la estufa, la remesa y las maletas, iniciamos camino a la ciudad de Cali, en el trayecto, el desfile de chivas primó, los colores rojo y verdad se lograban ver muy a la distancia, el tránsito estático y la gente sorprendida en sus carros al ver la minga moverse, dejaba un mensaje claro, había la convicción y fuerza suficiente para tratar de lograr lo propuesto.
La llegada a la ciudad ofrecía su lucha, la acogida del calor valluno mientras caminábamos al punto de llegada, dejaba ver rostros sudorosos y de cansancio de los mingueros, los helados, la charla y arengas, hacían frente al calor sofocante; creo que caminamos más de tres horas hasta el punto de encuentro; tras reposar, la tarea era otra, había que armar nuevamente los cambuches e instalar las cocinas, preparar algunos alimentos para quienes apenas llegaban de la caminata. Pasadas unas horas mientras llegaban los demás, pude ver compañeros de los departamentos de Caldas, Putumayo, Nariño y otros, se podía notar que la minga del sur occidente había convocado a muchos, tanto así que el recinto destinado no lograba contener más carpas, estábamos asentados a lo largo y ancho, y eso solo era lo que mi vista podía ver.
Fui a la minga con el deber de minguero que me regía, y también lo hice con la responsabilidad que me asistía. Junto a otros compañeros, fui delegado como uno de los responsables políticos para representar al Pueblo Kokonuko. Acompañe una serie de espacios y reuniones previas y durante la minga, espacios donde a paso lento se establecen orientaciones. En Cali, la incertidumbre de no saber si el presidente iba atender el llamado, generaba tensiones en los mingueros, pues la orientación en los territorios estaba en disputa en ese momento, muchas de las comunidades habían establecido acompañar hasta determinado punto, otras iban a tomar las decisiones en el camino, y así fue como sucedió, después de que se confirmara que el presidente no se reuniría con la minga, el rumbo fue claro, Bogotá.
De esta manera y tras solventar algunos puntos, se determina por consenso que la ruta para llegar a la capital sería: Armenia (Quindío), Ibagué (Tolima) y Fusagasugá (Cundinamarca) de donde partiríamos a Soacha y de ahí al Palacio de los Deportes, en el camino la minga debía hacer pedagogía para convocar a la ciudadanía en general a movilizarse y expresar el inconformismo contra este gobierno que raramente ha logrado responder a las necesidades básicas del país.
Para anunciar la salida de la minga y denunciar la negativa del presidente al diálogo con la minga, se realiza una caminata muy nutrida donde participó el campesinado, afros, indígenas, estudiantes y ciudadanía en general de la capital Valle Caucana, en plaza pública los mingueros denunciamos las afectaciones que está generando la política de estado de Duque, y como esa línea de explotación y extractivista está causando daños severos a la madre naturaleza, ejemplo de ello la implementación de fracking cerca al páramo de Santurban, los desplazamientos y desapariciones a familias campesinas en Ituango, entre otras afectaciones por ejemplo el aumento del desempleo en las ciudades, la falta de garantías para establecer procesos educativos acorde a las necesidades las escuelas públicas, el aumento de casos de violencia por parte del ESMAD, entre otras situaciones que a causa del mal gobierno se está dando a lo largo del territorio colombiano.
La Minga de la democracia, la vida y la paz, atraía la atención del país y de la comunidad internacional, el anuncio de la salida de más de ocho mil mingueros hacia Bogotá, centro la mirada de los medios de comunicación, actores políticos y sectores comerciales, hizo que el gobierno Duque se preocupara, pues en adelante, en el camino encontraríamos diferentes emisarios enviados por el gobierno para tratar de mediar y detener el avance de la minga.
Después de 4 horas de recorrido llegamos a la ciudad de Armenia, y como fue concertado en Cali, en cada ciudad donde la miga hiciera presencia, tenía por deber hacer pedagogía, para convocar y comunicar en plaza pública las razones del porque esta gran movilización. Terminada la labor, los mingueros hicimos camino al lugar donde pasaríamos la noche, el centro de eventos de la ciudad, fue el punto de descanso. Una ducha y buena comida hicieron su aporte para recuperar energía; armar de nuevo el cambuche, sería la rutina hasta nuestro punto de descanso.
Cada paso dado por la minga, requería establecer reuniones informativas entre delegados políticos y autoridades. Era tipo 8 de la noche de ese día, la consejería daba un contexto de la situación y de los acercamientos entre voceros del gobierno y de la minga, todos infructuosos; se relataba que cada día se unían mingueros de diferentes departamentos a la movilización, delegaciones de estudiantes de diferentes universidades, brindaban apoyos en alimentos y víveres, algunos sectores sociales contribuían con el apoyo en logística, y otras cuantas ciudadanías con su fiel apoyo en el recibimiento de la minga en las ciudades.
Por otra parte estaba el equipo de apoyo o “la avanzada” como muchos los llamábamos, eran compañeros con claridades políticas acompañados de guardias, este grupo fue formado en Cali, y tenían por responsabilidad establecer lazos de acercamiento con las alcaldías y otros sectores en cada ciudad donde la minga arribaba, ellos hacían algo así como la logística, buscaban los lugares de descanso y establecían las posibles rutas de caminata; trabajo arduo que tenían, muchas veces los vi pasar derecho, con poco descanso y algo agotados, una responsabilidad grande que recaía sobre sus hombros. La consejería estaba en este punto del informe, cuando un helicóptero sobrevuela el lugar donde descansaba la minga, por más de 20 minutos sostuvo un parlante que daba mensajes alusivos a cuidado del contagio de Covid, su sonido era fuerte, se lograba sobre entender que su mensaje era otro, hostigar el descanso, suspendimos la reunión y esperamos a que pasara, pasado ese momento y dadas todas las claridades, la reunión termina algo tarde, los parpados pesaban; de camino al cambuche, compartí unos cuantos sorbos de chirrincho con los compañeros, puedo decir que buen remedio para dormir.
Era otro día, con las energías repuestas y las chivas cargadas, el rumbo era Ibagué; en el recorrido me subí al lomo de la chiva, quería divisar el paisaje, era fuerte el calor que hacía, pero valía la pena ver lo que el recorrido ofrecía, en cierto tramo del camino, habían unas curvas, eran de tal forma que permitían ver la longitud de la caravana, esta vez conté más de 150 vehículos, fue bello verlo, ahora no éramos pocos quienes denunciábamos nuestro inconformismo. La llegada a la ciudad fue tarde, el camino siempre requirió de tiempo para su recorrido, eran las 3 o 4 de la tarde cuando llegamos a la ciudad, muchos de los migueros estábamos agotados, los anteriores días estaban cobrando su saldo, la fatiga del viaje y las caminatas, pasaban cuenta de cobro, muchos prefirieron ir al lugar de descanso, a reposar, a preparar alimentos.
Llegaba la noche y tenía ropa sucia, el lugar de llegada era un recinto donde se tenía el ganado, algo así como un lugar de eventos, una plaza de toros, donde pude logré lavar algunas prendas de ropa, la mayoría estaba sucia. En el lugar no fue mucho lo que se pudo hacer, solo descansar y recargar energías, la situación lo ameritaba, así lo requería.
Al día siguiente, eran las 4 de la mañana, los cambuches recogidos, las prendas que deje secando colgando en la noche a duras penas se secaron, tocaba que cargar las chivas y prepararse para la salida, así que sin mediar guarde las prendas tal cual estaban; el camino ahora nos llevaba a Fusagasugá, se venía la línea, tramo difícil que puso a prueba a más de una chiva, la subida pronunciada y sostenida, hizo que del caminar de nuestra chiva fuese lento pero constante. Para esos días la noticia de la apertura de los túneles de la línea estaba latente, quería mucho poder conocerlos, sería muy bello ir al lomo de chiva en esa ahuecada, pero lamentablemente no se pudo, fueron cerrados por motivos que desconozco; bueno no importaba, siguiendo el camino, el frío empezaba sentirse, una niebla densa junto a un aire gélido, hizo que me acurrucara y me colocara una cobija, íbamos 6 en la banca de la chiva, la estire de tal forma que para todos alcanzó.
Pasado el punto más alto del tramo, y tras haber recorrido un largo descenso, llegábamos a Fusa, una ciudad acogedora, histórica y de mucho frio, era las 12 del medio o quizás más, cuando llegamos a una de las calles principales del lugar, nos bajamos de los vehículos, y emprendimos la caminata hacia la plaza central, en ese sitio se haría el pronunciamiento y pedagogía ya dispuesta. Tras haber acompañado el pronunciamiento, el cuerpo pedía comida, muchos de los mingueros fuimos al coliseo a ayudar a preparar los alimentos y a instalar los cambuches, el lugar pese a ser amplia, fue rebasado por la masiva participación de los migueros, no habían muchos espacios donde se lograra armar carpas para pasar la noche.
En la noche de ese día, el defensor del pueblo del nivel nacional, solicitó una reunión con la minga, la mayoría de delegados que fuimos citados, escuchamos la de que el presidente recibía a una comitiva de la minga en la casa de Nariño, esta propuesta fue rechazada y dejamos un mensaje claro, el diálogo debía ser con la minga y todos sus mingueros, y por tanto el debate con el presidente en plaza pública, seguía en pie; ante esto, se esperaba una respuesta de este delegado al día siguiente, terminada la reunión, lo único que quedaba por hacer fue irse a descansar.
Ya era de mañana, un día nuevo, una jornada más, un momento de expectativa, de mucha expectativa, se había mencionado la noche anterior que llegaríamos directo a Bogotá, al palacio de los deportes, Soacha como fue planeado en el recorrido, no se pudo lograr dado que el alcalde de la localidad, no dispuso de los escenarios para la llegada de la minga, no importaba, era el día en que la minga cumplía su palabra y sostenía su dignidad al llegar con fuerza y más de Diez mil mineros. Salimos de Fusa, pasarían algunas horas mientras llegábamos a las entradas de la capital colombiana, esperamos algunos instantes mientras la caravana se reagrupaba, mientras no juntábamos para entrar con fuerza a Bogotá. Juntos todos, era la hora iniciar la entrada, recorridos unos pocos kilómetros, había una pancarta grande sostenida por unos jóvenes, que decía “bienvenida la Minga del Sur Occidente” y junto a ellos un grupo de más personas aplaudiendo nuestra entrada, ese momento será el recuerdo que siempre tendré presente en mi memoria, pues de ahí en adelante cada vez eran más y más las personas que salían a las calles a gritar, a aplaudir a demostrar con una fuerte emoción, su apoyo total a la minga.
Fue en ese momento recordé y respeté profundamente el esfuerzo que realizaron nuestros mayores al crear el Consejo Regional Indígena del Cauca, sus colores rojos y verdes eran izados con orgullo por cada minguero de la caravana, nunca había visto lágrimas de felicidad en un compañero autoridad al levantar su chonta, al empuñarla de tal forma y por sobre su cabeza, ese momento, en ese instante él era más de trescientos cincuenta mil indígenas del Cauca en Bogotá, él era CRIC, él cambiaba esa historia de dolor y sufrimiento, él era la voz de toda la Colombia indígena.
Pasado ese momento, llegamos al palacio de los deportes, un lugar bonito y de espacios amplios, había sido dispuesto con logística y baños para la estadía de la minga; ese día fue para dos cosas importantes, primero instalar las cocinas, adecuar espacios para los cambuches y segundo establecer la hoja de ruta del que hacer de la minga en la capital, para este segundo plano, estuve designado por las autoridades; en la reunión de informe, aún no había respuesta por parte del presidente para asistir al debate, ante esto y previendo la situación que se venía a presentar se debió realizar dos acciones, la primera la minga estaba en Bogotá y asistiera o no Duque, la minga el 21 de octubre se movilizaría hacia el parque Simón Bolívar, ahí en el patio de la casa de Nariño, afuera y a unos cuantos metros de la casa del presidente, la minga lo llamaría al debate, ahí la minga se pronunciaría, ahí los mingueros ajuiciarían por ley natural, a este mal gobierno y su discrimínate e incipiente política de estado. Lo segundo, fue un análisis de la situación de la minga ante lo que estaba sucediendo en el momento, para el 22 de octubre el comité de paro nacional, había convocado una jornada nacional de movilización, y la minga por su deber y responsabilidad estaba en el deber de acompañar.
Analizadas estas situaciones y preparados los instrumentos, fue momento del descanso, el 21 de octubre nos esperaba.
Amanecía de nuevo, ahora había más movimiento que nunca, muchos mingueros nos preparábamos para la larga jornada, era el día, aún no había respuesta de Duque, los grupos de chirimía preparaban sus instrumentos para sonar a lo largo del camino, la guardia se preparaba para hacer los cordones de seguridad, los promotores de salud, a plena disposición para atender cualquier eventualidad, los colores rojo y verdes más vivos que nunca; eran las 8 de la mañana y ya empezamos a caminar.
El día era agradecido, no hacía sol fuerte, una que otra nube nos cobijaba. La minga vivía, se sentía como hablaba a través de sus chirimías, como se movía a través de sus mingueros, como se veía con sus diferentes colores, había fuerza, estábamos protegidos y armonizados por nuestros mayores; durante el recorrido se lograba ver como mucha gente a lo largo y ancho de las calles gritaban “viva la minga” levantaban sus manos y aplaudían lo que estábamos haciendo; a lo largo del recorrido, no logré ver ni una sola armadura negra del Esmad, muchos decían que era porque la guardia indígena estaba presente, curioso situación que me llamó la atención.
Llegamos a la plaza, una gran tarima estaba instalada, esperamos unos instantes mientras los mingueros llegaban al lugar, pasados 30 minutos, iniciamos la jornada; respuestas de Duque no habían, era claro que no iba a debatir con la minga, eso dejo ver quien gobierna este país y para quienes lo hace; en la tarima estaba la silla del Presidente, su espacio en la mesa, con su ausencia, dispusimos llamarlo, estábamos en su patio, había un buen sonido, tres veces gritamos:
¡Duque La minga te llama!
¡Duque hemos recorrido más de 300 kilómetros para hablar con usted!
¡Duque más de Diez mil mingueros te esperamos!
Sin tener respuesta alguna, se colocó la silla vacía al frente del escenario, y junto a esto los mingueros iniciamos el juicio político. La ley natural y la ley de origen nos daba la potestad para hacer desde nuestros usos y costumbres, este juicio; la ritualidad siempre es primero, se debe armonizar las energías, segundo los argumentos del porqué del juicio, tercero lo que resolvía y determinaba la minga y cuarto nuevamente la ritualidad para aplicar el remedio mandatado por los mingueros.
La jornada terminaba con este acto, lo que se había proyectado se había hecho, la minga cumplía su palabra, tenía su dignidad, había hecho su trabajo y quizás más que eso hizo, alguna vez un mayor mencionó que todo escenario tenía sus propias dinámicas, sus propias formas de operar, mencionó que detrás de cada acción había intención, a eso él le llamó la política subterránea, es eso que se hace pero que no se puede ver, que es la otra intención oculta que tienen las cosas en su hacer; me di cuenta de esa política subterránea de esta movilización fue la de posicionar y dar a conocer al país que el CRIC ya no solo era el departamento del Cauca, que el CRIC está más allá de las líneas que dividen los departamentos, que el CRIC ahora era nacional.