Escrito por: Eldemir Dagua 
Comunicador del CRIC.

A inicios del mes de febrero del año 2020, por los medios masivos de comunicación se escuchaban las noticias acerca de un virus mundial, el Covid-19. Según reportes, el virus había surgido en una población de China, lugar muy lejano de nuestro territorio, hablaban de los síntomas y se especulaba mucho de su verdadero origen. Esa primera noticia acerca de la pandemia no llamó mucho nuestra atención porque venía desde muy lejos. No imaginábamos que llegaría hasta nuestras tierras. Pasaron algunas semanas y nuevamente escuchamos noticias del virus, ahora más cerca. Informaban del primer caso en Colombia y de colombianos que se encontraban en Wuhan, China, afectados por el virus. ¡Ahora sí, la situación era seria!

El panorama se tornó más tenso cuando se escuchó que en Popayán, la capital del Cauca, se había detectado dos infectados con el virus, uno de ellos el Alcalde Municipal; muchos nos alarmamos con la noticia, y como era fin de semana los que andábamos por fuera aprovechamos para desplazarnos hacia los territorios. Por su parte, el Gobierno Departamental expidió el primer decreto de aislamiento preventivo obligatorio en todo el departamento y posteriormente el Gobierno Nacional declaró la cuarentena obligatoria en todo el país.

Así que ese fin de semana me desplacé desde Popayán hacia mi territorio, Jambaló, Cauca. Mientras viajaba en el vehículo, el conductor sintonizó una emisora en la que se anunciaban los controles en las vías, en particular en el municipio de Silvia, Cauca. Íbamos por carretera y una fuerte lluvia acompañaba el viaje, “que lapo de agua”, decía un señor adulto. La fuerte lluvia fue la excusa para pasar por los controles sin ningún inconveniente. Más allá del municipio de Silvia me esperaba una larga travesía en moto hasta llegar a mi territorio, Baçu’kwe Kiwe (Jambaló). Llegando al pueblo estaba el retén de la policía restringiendo la entrada en cumplimiento del decreto municipal, departamental y nacional. Finalmente, sin mayores contratiempos logré llegar.

Ya en el territorio, veía reflejado el temor en las personas, murmuraban en voz baja, sentían miedo y el pánico había sido sembrado en ellas por la amenaza de la pandemia. Me miraban con desconfianza. Yo había estado en Popayán y allí ya estaba la peste, no me querían saludar con la confianza de siempre, me sentí como un extraño. Ya el día lunes debía regresar a Popayán a cumplir con los compromisos laborales, pero las vías estaban cerradas. La guardia indígena, en ejercicio del control territorial, estaba restringiendo la entrada y salida con el fin de prevenir la llegada de la enfermedad.

No me fue posible regresar a Popayán, me quedé en la comunidad, y para cumplir con mis responsabilidades comunicativas fue necesario buscar la manera de realizar las actividades correspondientes -el Informativo Regional, entrevistas telefónicas, notas de prensa y la producción de mensajes radiales- contando sobre la minga hacia dentro, declarada por las autoridades tradicionales a causa de la pandemia, y las acciones de autocuidado. Todo con el fin de mantener la comunidad informada y atenta ante la nueva amenaza que ya se acercaba a nuestros territorios.

A ese punto pensé que la pandemia no podía debilitar la comunicación, al contrario, se debía fortalecer, porque era necesario informar con claridad y orientar a la gente acerca de lo que estaba pasando, explicar las estrategias y procedimientos de autocuidado, motivarlos a participar en los puestos de control territorial para el cuidado de la vida y en defensa del territorio. Para este arduo trabajo, la radio sería como en otras ocasiones, la mejor aliada. 

Al no poder regresar a mi lugar de trabajo, al día siguiente me reuní con los comunicadores de Voces de Nuestra Tierra, la radio comunitaria del territorio de Jambaló. Establecimos un plan de comunicación y procuramos que todas las acciones comunitarias adelantadas para enfrentar la emergencia de salud fueran visibilizadas mediante los espacios informativos a nivel local y regional y mediante boletines de prensa, los cuales se emitían por las emisoras de los territorios y por las redes sociales. Sin embargo, no todo funcionaba bien, tuvimos muchas fallas con la señal de internet, en otras ocasiones creíamos que esto no era tan necesario, pero nos dimos cuenta de que en algunos casos es indispensable.  Fue una verdadera lucha poder circular la información, en los territorios no contamos con un buen servicio de internet, pero nos dimos a la lucha para visibilizar las acciones comunitarias desde los territorios.

Aquella tarde nos unimos a los recorridos territoriales que realizaban los Kiwe The’gnas (Guardia Indígena), observábamos y registrábamos cómo la gente se preparaba para enfrentar la emergencia de salud. Y así nos metimos al cuento. En los puntos de control se prendía el fogón, se alistaban los utensilios para preparar los alimentos, se templaban los plásticos para cubrirnos de la lluvia y el sol, se preparaba el sahumerio a base de eucalipto, pino y otras plantas. Entre tanto, otros comuneros sigilosos atravesaban la guadua pintada de rojo y verde en la vía, y la bandera del CRIC ondeaba a lo alto, señalizando el punto de control territorial. 

Como comunicadores y guardianes del territorio pudimos observar con satisfacción cómo la comunidad y, especialmente, los jóvenes se empoderaban de las acciones de autocuidado; acompañaban los puntos de control territorial, los cuales se estructuraron en turnos por veredas; se conformaban comisiones en grupos de 10 a 15 personas; se organizaban turnos de seis a seis, seis de la mañana a seis de la tarde. Para acompañar el punto de control llegábamos con un palo de leña y alimentos para la olla comunitaria.

En el punto de control se distribuían las funciones: unos se dedicaban a preparar los alimentos, otros hacían su trabajo en la guadua, otros se encargaban de la desinfección. También había tiempo para jugar parqués, dominó, ajedrez y conversar. Mientras esto ocurría, los comunicadores nos dedicábamos a hacer los registros fotográficos y entrevistas para difundirlos por los medios de comunicación.   La radio fue la compañera fiel en todos los espacios de control territorial, allí todos permanecían atentos a las informaciones que las y los comunicadores reportaban. Sin embargo, me di cuenta de que no todo era armónico en los puntos de control porque en algunas ocasiones los encargados del control, debíamos soportar insultos y reproches por parte de las personas a quienes no se les permitía transitar por esos lugares.

En el territorio se le denominó “We’ Wala”, peste grande. Este dichoso virus causó pánico y muchos cambios en las comunidades. A raíz de la cuarentena ya  no fue posible transitar libremente por los caminos tradicionales, extrañábamos las tardes de reunión con los amigos en las canchas de fútbol de las comunidades, los paseos hacia el río, incluso para algunos ya no fue posible desplazarse a otros lugares a jornalear como actividad económica de subsistencia, los niños, niñas y jóvenes ya no pudieron regresar a las escuelas, colegios, ni universidades, las tiendas de las comunidades se desabastecieron y todo se volvió costoso. Definitivamente la vida en el campo también cambió.  Fue un cambio brusco, inesperado, nunca habíamos vivido una cuarentena, estar encerrados en nuestros propios territorios, es una situación bastante difícil. Sin embargo, mientras acompañaba los controles también observaba a las comunidades trabajando en sus huertas sembrando los alimentos propios.

Ante la situación que se presentaba, las autoridades tradicionales tenían que buscar estrategias para prevenir la llegada de la enfermedad al territorio, por eso, la Consejería Mayor del Consejo Regional Indígena del Cauca, CRIC, emitió la resolución número 006 del 17 de marzo de 2020, declarándose en minga permanente de protección de la vida, la salud y el buen vivir de los territorios indígenas del departamento del Cauca. A su vez, las autoridades ancestrales Nej’ Wesx de Jambaló emitieron una resolución interna para reforzar la resolución regional y realizar la minga de control territorial. Resoluciones que de manera constante se socializaron a través de las emisoras.

Escuchamos críticas y reproches hacia las autoridades por mantener la vía cerrada, por no permitir que se realizaran los eventos comunitarios o fiestas tradicionales, por no permitir la entrada de personal externo a los territorios, quienes buscaban las trochas evadiendo los controles, situación que generaba más preocupación.

Transcurrían los días, yo permanecía aún en Jambaló, se notaba que la comunidad iba comprendiendo la magnitud de la enfermedad y cerca de dos mil personas del territorio de Jambaló que se encontraban en otros lugares pedían regresar.  Contaban que se encontraban en estado de vulnerabilidad, muchos en las ciudades se quedaron sin trabajo, no lograban conseguir para el arriendo y sustento. Ante esta situación los comunicadores acudimos hacia las autoridades tradicionales para indagar qué estaban pensando frente a esta situación y nos informaron que los sabedores espirituales ya estaban en el análisis, para propiciar el retorno de los comuneros al territorio. 

Muchas personas por diversas circunstancias salen de los territorios en busca de oportunidades, pero como buenos Nasas, no olvidan sus raíces y su tierra. Por eso, en vista de la cuarentena acudieron a las autoridades tradicionales para regresar a los territorios. Ante esta situación volvimos a ser conscientes de que el territorio es la vida, que nos corresponde cuidarlo, protegerlo y sobre todo no destruir lo que nos permite la pervivencia. 

Uno de esos días mientras acompañaba los puntos de control territorial, un comunero de Jambaló se me acercó y me dijo: “yo no pensaba que esa enfermedad iba a llegar por acá, yo no tengo un trabajo estable, sostengo a mi familia con lo que produce la finca, tuve que salir hacia otro municipio al rebusque, la pandemia me agarró en el lugar donde estaba trabajando, cuando quise volver a la casa ya no pude, porque estaban las vías taponadas. Sin embargo, logré llegar a mi territorio cumpliendo con todos los protocolos de bioseguridad establecidos por las Autoridades del Resguardo”. 

También tuve la oportunidad de conversar con Harold Secue, Thu’thesa de la Cxhab Wala Kiwe, acerca de la situación de algunas personas que habían ingresado al resguardo en tiempos de pandemia. El Thu’thesa dijo: “La situación que estamos viviendo ha conllevado a que todos tomemos conciencia, a que volvamos a trabajar con amor a la tierra y a sembrar alimentos, a cuidar la vida y proteger el territorio y en medio de las diferencias, saber que en el campo aún podemos vivir tranquilos y felices”.